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De lo simple a, lo más simple

Valentina Sánchez y sus 18 años, juzgará cada quien si han sido bien o mal vividos, lo que sí sé es que han sido bien escritos –inmortalizar en letra-. Hija de algunos temores, y uno que otro tedio sensible y mal beber.

 

Podrá no parecer una artista, incluso habrá quien piense que no es escritora si es comparada con “genios” de papel, el referente puntual es lo que ella da de sí.  Psicóloga en formación y vocación, para ser preciso cursa actualmente cuarto semestre en la Universidad San Buenaventura.

Valentina se ha hecho al apelativo de HongaMarciana y  así ha permitido que muchos conozcamos sus letras, su amor y desamor, su angustia, ansiedades y frustraciones nimias, el placer por los colores y el colash, todo en cada línea, palabra a palabra de sus escritos, unos cortos otros largos, unos bellos otros crudos, amargos o adornados, como fuere ha concedido la fortuna, para muchos, de que en sus redes sociales y su blog (de título simple y modesto “Intentos de escritura”) tengamos el acercamiento primario y muy real (sin temor a pecar en afirmaciones) a características puntuales que componen su ser.

 

Escritora por convicción, gusto, pasión y alguna maldición. Hoy, Valentina Sánchez, honga o no, es mi artista a presentar, son sus letras y silencios.

Es el reconocimiento lo que brinda al artista un lugar en la gente, pero es la catarsis, el vibrar y el desdén o alegría que sienta el lector al leer y escuchar, lo que le regala al artista mismo, una bienvenida .

La sensibilidad a los hechos, al frío y la palabra, vibrar en carne por un pájaro, un insecto o lo etéreo, hacerse volátil, carmesí o  alarido amoroso, ella no es más, y nunca menos, que cualquiera de nosotros, pero tiene la cualidad precisa y plausible de vivir cada sensación y hacerla letritas, o lo que ella -mal- llama “Intentos”, pero, yo esta vez quiero tratar de entender, que ella y sus palabritas, son más que intentos, más que letras.

“Me propuse.

Me propuse leer cada uno de sus escritos mínimo 22 veces. Me propuse leer cada uno de esos derrames de conciencia, de alma, que trata de no volver a compartir. Me propuse llorar cada letra que no entiendo, cada punto que se me va pegando en la piel, cada coma que me arruga el alma. Me propuse dibujar en mi mente el escenario en el que, tal vez, habrían sido escritos esos pedacitos de muerte. Me propuse sentir y no entender lo que leo, puede que sea una lástima. Me propuse leer entre líneas y encontrar las lágrimas que no ha dejado salir, los miedos que se ha propuesto disolver, las canciones que ha tenido en la punta de la lengua cuando se deja besar. Me propuse bailar en la punta de los pies y no nadar en tristeza después de despedirme. Me propuse librar batallas contra los pensamientos absurdos que me propone mi niña interior cuando se pone a soñar más de la cuenta. Una que otra cosa me propongo día a día, de algunas desisto, de otras me enamoro.” 

Por Valentina Sánchez bajo el apelativo de HongaMarciana.

Fotografías por: Mateo Montoya.

POR: ANDRÉS VALENCIA 

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