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Lo Gris que me ha parecido tu eterna primavera

Vivo en una época de muerte, y a veces, solo a veces, me duele la ciudad, me duele el mendigo que en mi bicicleta alcanzo a descubrir, pasando dos segundos por la acera del centro comercial, qué pocas veces me duele descubrir más vida y alma en ese ser harapiento y maloliente, que en tanto “prestigioso ser”  que a mí lado pasa y posa. A veces, únicamente a veces, me conduelo por la familia que ha disipado su bienestar y hoy se hunde en una desgraciada hambruna, y que antes de dolerle la panza, ya les dolió el flato y la alegría de un nuevo despertar, también les dolió, por verse insignificantes, y a la orilla de la nada

 

Sé que todos somos parte de un conjunto, y el conjunto a su vez es parte de objeto, objeto de análisis, objeto de burla, de mofa, alguna mala alabanza, incluso de alguna maldición, el conjunto que somos, no siempre me duele, porque el conjunto es masa, pero todos pudieron ser un poco más que las tiritas que se ponen en camino, porque mi vecino pudo ser más que su mala cara constante, su abrupta desgana por dejarnos jugar, su desordenada obsesión por ser un mal padre, a veces no me duele la gente de esta ciudad, porque sigo desperdiciando mi tiempo entre noticieros baratos y grandes empresas comunicacionales, que me venden cada día la más desgraciada desolación e individualidad, porque salgo a las calles y sigo viendo el "seudoseñor" en su lujoso auto que, y espero por su bien no sea así, sigue pagando a cuotas, y que no le ha de importar al volante, que él hace parte de un conjunto,  conjunto que también circula esas carreteras, entonces no me duele su desgracia personal, me duele que no se halle capaz de convivir conmigo al lado, yo en mi simple vida de “ciclista”, y eso hace que a veces, solo a veces, me duela yo mismo.

 

No todas las veces me duele, pero vaya que algunas me crean un terrible malestar, quizá estomacal y mezclado con una fuerte jaqueca, ver semáforo a semáforo  pequeñas partes de este frívolo e inhumano conjunto, pidiendo una moneda por hallar un pan, un poco de comida... y esos que tantas veces creí y les regalé una moneda, me duele que muchas veces fueron más cobardes que yo al no ser capaz de ignorarlos, y ellos esperando vivir de la caridad, vaya que me nerva que seamos tan dejados, y eso sí que me duele.

 

No me duele la decadencia en la que incurre este conjunto, me duele verme siendo parte de ella. Me duelo al perderme en ella e impedirme.

La ciudad a veces nos pesa, y nos enajenamos y nos convertimos en mares de nostalgias, nostalgias del presente, del grisáceo presente, porque mal o bien hemos ido dejando, en medio de dolores, las nostalgias olvidadas, solo por renovarnos en la desgracia de los muros, de los espejos y las fachadas coloridas.

 

Andrés Valencia.

Fotografía: Marcell Cano - para Dando Lidia-

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